FIONN Y EL SALMÓN DEL CONOCIMIENTO


Cuenta la leyenda que siendo aún joven Fionn fue enviado por su padre Cumal a la casa del poeta y gran sabio Fineagas situada a orillas del río Boyne, en la que había vivido sólo durante muchos años, para que le formara en diferentes disciplinas.

Comenzó pues la formación de Fionn, quien rápidamente se dió cuenta de que Fineagas no había construido su casa en el margen del Boyne por casualidad. El sabio lo escudriñaba día y noche en busca de algo, y ese algo no era otra cosa que el llamado “Salmón del Conocimiento -o Bradan an Eòlais-, un salmón que obtuvo todo el conocimiento del mundo tras engullir nueve avellanas que cayeron en la Fuente de la Sabiduría el cuál era ansiado por muchos ya que el primero que lograra comer su carne sería dotado de la sabiduría máxima.

Entre lección y lección transcurrieron los días, hasta que llegó uno en el que Fionn y el maestro, sentados a la orilla del río como era costumbre, se dieron cuenta de que un majestuoso salmón nadaba hacia ellos. Exaltado ante la visión, Fineagas gritó “¡sin duda es el Salmón del Conocimiento!” y veloz como un rayo se hizo con su red para dar caza al pez.

Comenzó el forcejeo entre hombre y animal, con el que el sabio sabía que debía tener mucho cuidado si quería capturarlo ya que no solamente era muy fuerte, además contaba con el poder de hacer entrar en un sueño profundo a quien le mirara directamente a los ojos. Pero el salmón usó su inteligencia, y en un momento de descuido se abalanzó sobre su contrincante. Este reculó asustado y zas, el plan funcionó; el desconcierto provocó que Fineagas se despistara y le mirara a los ojos quedándose dormido en ese mismo instante.

Por suerte Fionn estaba allí y sacudió al maestro sacándole de su letargo. Al despertar le pidió que le pusiera una venda en los ojos para no volver a caer en los trucos del salmón. Obedeció el alumno y allá se lanzó nuevamente el viejo a seguir peleando con el pez que finalmente se rindió pasadas unas cuantas horas. Había logrado lo que nadie de los que lo intentaron antes consiguió: capturar al Salmón del Conocimiento, gracias al que se convertiría en el hombre más sabio.

Tras la victoria Fineagas quedó exhausto así que le dijo a Fionn que prepara el salmón mientras él se echaba una siesta, comprometiéndose este último a no probar el pez. Así que el joven lo colocó sobre el fuego y cuando estuvo bien cocinado, llamó al sabio para que lo probara, pero justo en el momento de sacarlo le saltó una pequeña gota de grasa del pescado en su pulgar que instintivamente se llevó a la boca para calmar el escozor.

Pasados unos segundos llegó Fineagas y al instante los brillantes ojos del alumno le dejaron claro que algo le había pasado, ya no era el mismo. Inmediatamente le preguntó si había comido del pescado, y el muchacho le contestó que no, y el maestro insistió; “¿seguro que no has probado nada en absoluto?” Entonces Fionn recordó, le explicó que le había caído una ardiente gota de grasa del pez en el dedo y se lo chupó. En ese momento Fineagas comprendió lo que ocurría: esa gota fue suficiente para otorgarle a Fionn todo el conocimiento del salmón. Había sido el primero en probarlo, y por lo tanto le correspondía al joven y él, por mucho pez que comiera ahora, ya no lograría nada.

Podríamos pensar que Fineagas se vengó de Fionn, como suele ser habitual en las mitologías, pero no. Según la leyenda a pesar del palo el sabio se puso contento por el muchacho, sabía que estaba ante el que pronto sería el hombre más sabio y un gran héroe. Y así fue, entre otras muchas cosas, reconstruyó la banda de los fianna que comandó durante mucho tiempo.


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